El espacio de Las Cuevas de Cañart presenta los requisitos necesarios para una vivencia adecuada a un tiempo que percenece al pasado. Los monumentos que nos quedan son la prueba de la grandeza de su historia. La supervivencia de este núcleo urbano, está en función de las acciones que se acometan y éstas deben hacerse correctamente; de no ser así corremos el riesgo de que Las Cuevas desaparezca. Es por eso que tanto desde el Ayuntamiento como desde la Asociación del Morrón se está trabajando para reformar y restaurar todos los monumentos del municipio, sus calles y la limpieza de su entorno natural, para hacer que la historia de Las Cuevas de Cañart siga viva con el paso de los años.
Agradecimientos a Manuel Mir Sorribas, autor del libro "Un paseo por Las Cuevas de Cañart", del cual he podido extraer la información histórica que aquí se redacta.
La Prehistoria, los poblados ibéricos y Roma
El hecho de que no se hayan encontrado asentamientos en el término de Las Cuevas de Cañart no significa que no los hubiese, pues los restos encontrados en Las Cuevas de las Baticambras podían ser de pobladores de lo que hoy en día engloba el término municipal de Las Cuevas de Cañart. Las fronteras municipales eran probablemente desconocidas en la Prehistoria. Hagamos un breve recorrido por el tiempo y la región.
En el Paleolítico Medio encontramos el Abrigo Ahumado del Pudial, Abrigo del Torico del Pudial, Abrigo del Arquero Friso del Pudial en Ladruñán. En el Neolítico parece ser que contamos con una población estable en la región, tenemos indicios en la Cueva de las Baticambras, Cueva de las Graderas (Molinos), Cueva de la Loma de la Sima (Ejulve) y Fuente del Ballester (Castellote). En la Edad de Bronce tenemos el Subidor de la Calzada (Castellote). Entre los útiles de esta época fue hallada un hacha con protuberancias, no muy lejos de Las Cuevas, en el término de Ejulve. En la primera Edad de Hierro tenemos Vallipón (Castellote) y el Cabezo de las Canales (Las Parras de Castellote).
Dentro de los Poblados Ibéricos podemos destacar el de Santa Flora (Mas de las Matas), Vallipón (Castellote), Pilón de San Pablo y Caseta del tío Anico (Las Parras de Castellote), el Poblamiento Ibero de la Virgen de la Peña (Berge), Cabezo de la Guardia (Alcorisa). Los poblados de Las Parras de Castellote y Caseta del tío Anico fueron destruídos por los romanos entre los años 217 a 209 antes de Cristo. Antes de Cristo, los Turanos habitaron Las Cuevas de Cañart en un lugar llamado San Juan, lugar donde podemos encontrar restos de unas tumbas antropomorfas de origen Celtíbero cavadas en las piedras.
La romanización fue muy lenta en estas tierras. Los Celtíberos tardarán 150 años a ser sometidos por Roma (205-50 a.C.). Sólo fue posible la paz, una vez concedida la autonomía por el Senado. No existen ciudades romanas en la zona, sólo se sabe de los asentamientos agrícolas denominados Villas. No lejos de Las Cuevas de Cañart, conocemos el de la Hoya de las Torrazas en el municipio de Molinos. Así mismo la cristianización también es muy lenta en esta comarca, tardando en llegar a los "pagos" o pueblos. Será en el siglo IV, cuando roma entera se hace cristiana , para que los pueblos sean cristianizados, siguiendo el ejemplo de Constantino.
Los Árabes y la Reconquista
Una vez desaparecido el reino de Córdoba (1031), surgen los reinos de Taifas. No sabemos muy bien por donde pasaba la frontera entre el reino de Zaragoza y el de los Bañu-Razin, famosa familia berebere, afincada en la parte sur de la Provincia de Teruel (Albarracín), pero es muy probable que el Castillo de Las Cuevas tenga algo que ver con esta presencia, por oposición al Castillo de Castellote, que era de la Banu-Hud, familia yemenita y reyes de Zaragoza.
Alfonso I el Batallador, en sus campañas de 1118, da al Castillo de Las Cuevas como señorío a un tal Español de Castellot. A la muerte de Alfonso I, gran parte de las tierras del Bajo Aragón y del Maestrazgo, así como los valles del Guadalope y Jalón, fueron perdidos a la causa cristiana. Alcañiz se convierte en frontera, entre 1150 a 1170, siendo Buñol (La Ginebrosa) su correspondiente en campo moro. La zona de Las Cuevas y su castillo, fueron dadas a Alcañiz por Ramón Berenguer IV en 1157, dentro de un plan de repoblación y defensa de la zona. Desgraciadamente, habrá que esperar hasta que Alfonso II, su hijo, la reconquistara en 1169, convirtiéndola verdaderamente en frontera. Alfonso II, después de haber llegado de Provenza, hace una primera campaña contra los moros de la cuenca del Matarraña, reconquistando Fabara, Maella, Mazaleón, Valdeltormo, La Fresneda, Valderrobres, Beceite, Ráfales, Peñarroya y Monroyo. Poco después en una segunda campaña, conquista, el Valle del Guadalope Medio, las poblaciones de Calanda, Aguaviva, Castellote y Cuevas, dándola por terminada a finales de Septiembre de 1169. En 1176, fue ratificado por Alfonso II una segunda vez. En 1196, los Templarios se hacen cargo de las plazas fuertes de Castellote y Cuevas.
Una característica primordial de estas guerras contra los moros, es la llegada masiva de las Ordenes Militares, haciendo eco de la llamada del rey Alfonso II, inspirado por las Cruzadas, que se organizan en Francia, su país vecino. Según Zurita, "El rey fue muy servido en esta guerra de los Caballeros del Espital (Hospitalarios) y Calatrava, y dióseles buena parte de lo que conquistaron" (También estuvo presente la Orden de Santiago). Aquí vemos cómo se forja una característica que va a moldear estas tierras y a sus gentes. La Orden de Calatrava recibe el Señorío de Alcañiz en 1179, que llegaba hasta Alcorisa, Los Olmos, La Mata, Berge y, posteriormente, Ejulve y Molinos. A la Orden de Santiago se le dió Montalbán y sus aldeas, enclavadas en la Sierra de San Just y la paramera de Montalbán. A los Sanjuanistas, se les dió Aliaga. A los Templarios, Castellote y Cantavieja. Siendo teniente de Castellote Gascón de Castellot, quedó la zona bajo la Encomienda del Temple, que ocupaba los términos de Abenfigo, Bordón, Luco, Santolea, Seno, Castellote, Las Cuevas de Cañart, Ladruñán, Dos Torres de Mercader, Las Parras y La Ginebrosa (que poseía Camarón, Mas de las Matas y Aguaviva). Las Cuevas recibe un privilegio paralelo a Castellote, con sus tierras de Crespol, La Algecira, Ladruñán y Dos Torres de Mercader, Santolea y Torremocha.
En abril de 1196, Alfonso II hace entrega de las posesiones de la Orden del Santo Redentor a la Orden del Temple, la cual otorgará la Carta Puebla, en 1244, a Las Cuevas y a Castellote, después de haber fijado los términos, los tributos y los monopolios para la Orden. Jaime I confirma la encomienda y sus fureros en 1218. El Comendador de Castellote, Fulcón, señala los términos de Las Cuevas y de Castellote el 2 de Enero de 1248, lo que nos hace pensar que anteriormente, todo estaba unido en un Concejo de igual a igual. A lo largo del siglo XIII, estas tierras ganaron en tranquilidad al alejarse el peligro moro y aumentar la población y perdieron su carácter militar, el cual fue recobrándose en tiempo de las guerras de Castilla. Los pueblos, apoyados en sus Cartas Puebla, tienen una constante política de autonomía hacia la Orden que nombraba la Justicia, pero en las encomiendas de Castellote y La Ginebrosa, cada pueblo nombra sus jurados y concejales, que tienen funciones judiciales y administrativas como la señalización de los términos.
En 1111 se construyó una iglesia que al parecer perteneció a la comunidad judía, con seis arcos que seguramente representaban las seis puntas de la estrella del Rey David. Cuando los judíos fueron asediados, la orden del Temple aprovechó el local para convertirlo en un horno.
El declive de los Templarios
En un principio, Jaime II de Aragón hizo poco caso a Felipe IV de Francia en la campaña de descrédito que éste extiende en toda Europa Occidental contra los Templarios, pero terminó contagiado por la codicia que suponía la posesión de las riquezas del Temple, y dió la orden del secuestro de sus bienes. Los Templarios se hicieron fuertes en sus castillos, entre ellos Castellote, el cual se rindió diez meses después, y como castigo, fueron expulsados hacia La Ginebrosa el 2 de Noviembre de 1308 y desterrados de Las Cuevas y de Castellote, expandiéndose por la región. La Orden fue suprimida el 3 de abril de 1312 por Clemente V, siendo su último Comendador Guillem de Villalba, que lo era desde 1307. Poco después, en 1317, y a raíz de la Bula de Juan XXII, se les dieron las posesiones de los Templarios a los Sanjaunistas u Hospitalarios en Aragón.
Es decir, Las Cuevas estuvo en manos de los Templarios hasta 1308, y en 1317 pasó a la orden de San Juan u Hospitalarios. Su primer Comendador fue Mota de Villagranada, y Ramón Doz fue el último en administrar los bienes y posesiones de los Hospitalarios en 1813. Sólo durante las escaramuzas de las guerras aragonesas-castellanas dejó esta zona de pertenecer a la Orden. En ese período la zona fue ocupada por Juan de Hijar, aliado temporalmente de los castellanos en 1462. Pero el Papa Sixto IV le amenazó con la excomunión, si en el plazo de sesenta días no devolvía las tierras a la orden del Hospital, lo que ocurrió, guardando solamente sus descendientes el título de Conde duque de Aliaga-Castellote, siempre unido al Ducado de Hijar. Hoy en día, después de pasar por el Ducado de Alba, el hijo Alfonso es el dieciseisavo poseedor del título; título honorífico, ya que fue la orden del Hospital la que, en verdad, administró sus encomiendas.
Si la cristianización de la península había concluido en 1492 con la conquista de Granada, grupos de moriscos más o menos cristianizados continuaron existiendo, tolerados en muchos lugares por sus cualidades profesionales, como la construcción, la cerámica y los trabajos de carpintería. Una de las páginas de intolerancia de la historia de nuestra tierra, da comienzo en Las Cuevas de Cañart, al culpar a los moriscos del asesinato de Gabriel Torrela y de otro hombre de la Val de Jarque. Esto obligó al Consejo de Estado de Aragón a ejecutar las medidas dictadas por Felipe II contra los moriscos, pero por intereses propios, la nobleza aragonesa aplazó la ejecución de dicha ley. La expulsión de los moriscos la hizo el Virrey Marqués de Aytona, por edicto del 17 de abril de 1610, exigiendo su concentración y salida del Reino por Aguaviva, para por su posterior embarque en el Mediterráneo. Esto supuso la pérdida de un 20% de la población y que en lugares como Calanda llegase al 75%. La crisis económica motivada por tales errores fue larga y duradera.
Siglos XIII-XVIII, época de esplendor
A partir de este momento, Las Cuevas tiene su historia ligada a diferentes Órdenes, tales como la de San Juan o la de los Monjes Servitas. Durante esos años Las Cuevas de Cañart se consolida y llega a su máximo esplendor, como demuestran la mayoría de construcciones monumentales que datan de esa época, como el Convento de los Monjes Servitas, la Ermita de San Blas o el Convento de las Monjas Franciscanas.
El Convento de los Monjes Servitas, aunque en sus inicios estuvo en la gruta del Cudrillo en Ladruñán, posteriormente fue emplazado en Las Cuevas de Cañart en 1497, siendo en el año 1580 cuando se convertirá en el único convento de esta orden en España, cuya construcción se terminó en el año 1790 y llegó a albergar a unos 100 frailes.
Destacaron además en esta época en el Reino de Aragón las fortalezas templarias de la provincia de Teruel situadas en los municipios de Fuentes Calientes, Camanas, Perales de Alfambra, Teruel, Villel, Libros, Orrios, Cantavieja, Miravete, Villarluengo y Castellote, las de la provincia de Zaragoza situadas en los municipios de Belchite y Encinacorba, y las de la provincia de Huesca situadas en Monzón y Chalamera.
La Guerra de la Independencia
No debemos olvidar que la guerra de Independencia fue algo más que una lucha entre españoles y franceses. El comportamiento de los españoles no fue todo lo unánime que queda parecer a primera vista. La división fue tal, que algunos historiadores emplean el término de "guerra civil". Dos grandes grupos se perfilan claramente, sin entrar en especificaciones; por una parte la nobleza y el alto clero, a los que hay que añadir pequeños grupos de intelectuales y estudiosos, y por otra parte, el bajo clero y el pueblo, los que con lemas como "Dios, Rey y Patria" van a forjar estructuras ideológicas que surgirán posteriormente.
Desde el punto de vista operativo, las tierras de Las Cuevas de Cañart, así como las colindantes, fueron escenario de la guerrilla de hostigamiento a las tropas francesas, y sirvieron de reserva de hombres, como los 10.000 que salieron del partido de Alcañiz, al cual pertenecían Las Ballias (Castellote-Cantavieja-Aliaga), es decir, Las Cuevas de Cañart, para defender Zaragoza. Aquí se centra la resistencia aragonesa después de la batalla perdida de Épila.
Respecto a la guerrilla, en un principio fue espontánea y basada en la negativa de pagar las fuertes imposiciones que exigían los franceses. Posteriormente, el mariscal Pedro de Villacampa organiza las partidas en la región dándoles una apariencia de tropas regulares. En nuestra comarca, actuaron las partidas de "el Cantarero", y sobre todo, Santiago Manuel Pérez, que llegó bajando por el Guadalope a tomar Maella. Por parte francesa, fueron las tropas del mariscal Suchet, gobernador general de Aragón, quienes recorrieron nuestras sierras recaudando impuestos e imponiendo leyes.
Las Guerras Carlistas
A mediados de 1822, el clima de insurrección era muy intenso, y las escaramuzas contrarevolucionarias comienzan en Alcañiz y Caspe, formándose partidas que hostigaban al ejército, y sobre todo, a la Milicia Nacional. Dos de estas partidas, marcarán la vida de la región. Una, dirigida por el "Rambla", que entró en Morella, Cretas y Calaceite; y la otra, la del Royo de Alcañiz (Joaquín Capapé), del cual nos cuenta el comandante regular Felipe Tolasana: "...capitaneada por el Royo Capapé, que cometía iguales desordenes en el distrito de Las Cuevas de Cañart, Castellote y Mas de las Matas...". Siete años de guerra civil iban a asolar las tierras del Maestrazgo y Bajo Aragón, donde se dieron los elementos y las circunstancias para que arraigase de forma más intensa que el resto de España. Se levantó en Morella el barón de Herbés, agitando amplios territorios entre Valencia-Aragón y Cataluña. En Alcañiz, surge Manuel Carnicer, teniente retirado, que pertenecía a las tropas del "Royo", el que sería máximo líder en la comarca, hasta su fusilamiento en Mirande de Ebro, dando paso al liderazgo del General Cabrera (conocido como el Tigre del Maestrazgo), que ya nunca abandonaría el poder.
La llegada de Cabrera a la cima del poder en el espacio Carlista de Aragón y Valencia, va a dar su carácter a la contienda en nuestras tierras, dando a las partidas un formato de ejército organizado, y dotándolas de infraestructura administrativa y de un aparato de gobierno. Los cambios en el gobierno central, formado por liberales muy conocidos, ampliaron el temor reflejado ya en los mítines, que exigían una mayor liberalización de la sociedad. La puesta en práctica de ciertas leyes revolucionarias, como la desamortización de los bienes eclesiásticos, o la entrada en vigor de la Constitución de 1812, suponen para muchos la pérdida de sus atribuciones o ideales. Cabrera fue capaz de unir a toda esa gente, y crear un centro de oposición al Estado. A uno de los lugartenientes más conocidos de Cabrera, lo encontramos en una escaramuza con los liberales en Las Cuevas de Cañart. El tristemente famoso "Serrador" (Miralles, natural de Forcall), en sus múltiples huídas, se parapeta en Las Cuevas de Cañart, donde le alcanzaron las columnas de Nogueras. Después de la caída de Cantavieja, el 1 de noviembre de 1836, Cabrera se encuentra de nuevo sin un punto fuerte de apoyo, y está condenado a un perpetuo recorrer de las Serranías.
En enero de 1837, otro triste caso tuvo lugar en Las Cuevas de Cañart, donde fueron fusiladas 4 o 5 personas por los Carlistas por el hecho de encontrar resistencia al pedir "contribuciones". El abrazo de Vergara, pondrá fin a una primera guerra, en donde Cabrera y los pueblos del Maestrazgo toman un papel preponderante. Igualmente, nuestras tierras serán el escenario del conflicto siguiente: la segunda guerra Carlista; pero los tiempos habían cambiado y la falta de entusiasmo de los pueblos se hizo notar. Todo terminaría en una playa de San Carlos de la Rápita, donde el pretendiente Carlos VI, tuvo que abdicar para salvar la vida.
Tras el breve periodo de Amadeo I y la primera República de 1873, viene la restauración Borbónica, en medio de fuertes pugnas en todos los pueblos, quedando anegadas las deseadas reformas políticas, la regeneración moral, así como los proyectos federalistas, que muchos desearon imitando a otros países europeos. La experiencia Alfonsina duraría hasta el 14 de abril de 1931, con la llegada de la segunda República, contra la que se alzó prontamente Francisco Franco.
Tras el breve periodo de Amadeo I y la primera República de 1873, viene la restauración Borbónica, en medio de fuertes pugnas en todos los pueblos, quedando anegadas las deseadas reformas políticas, la regeneración moral, así como los proyectos federalistas, que muchos desearon imitando a otros países europeos. La experiencia Alfonsina duraría hasta el 14 de abril de 1931, con la llegada de la segunda República, contra la que se alzó prontamente Francisco Franco.
Es por esta época de las Guerras Carlistas cuando el Convento de los Monjes Servitas es destruido. La destrucción de dicho convento, junto con las guerras Carlistas y la Desamortización de Mendizábal supusieron un punto de inflexión en el municipio de Las Cuevas de Cañart, ya que a finales del siglo XIX y los principios del siglo XX, el municipio entra en declive.
La República, Guerra Civil y despoblación
En la etapa de 1900 mucha gente marchó de Las Cuevas de Cañart a América o Francia, dada la situación de precariedad que se vivía en el pueblo. Con la llegada de la República contra la que se alzó Franco, derivó en la Guerra Civil Española en el año 1936. En el pueblo las tierras se colectivizaron y se dividió a los habitantes en grupos de trabajo bajo la tutela de un Comité. Los dos conventos fueron desalojados y al finalizar la guerra, las tierras fueron devueltas a sus dueños, pero fue una época de una gran escasez y racionamiento de la comida y el agua.
En la Posguerra, los maquis (guerrilla antifranquista) tuvieron su máxima actividad durante los años 1946 y 1947. La importancia de los Maquis en Teruel nos la ofrecen los mismos datos oficiales de la Dictadura Franquista a la que combatían. Con la entrada del siglo XX la historia de Las Cuevas de Cañart, como la de muchos otros pueblos de Teruel, está ligada a la paulatina pérdida de población. Debido al gran impacto de la guerra Civil en la provincia y a la necesidad de mano de obra en las ciudades a mediados del siglo XX, Las Cuevas de Cañart ha visto menguar su población de aproximadamente 800 habitantes a menos de 100 a partir de los años 90.